Nuestra Señora de Itatí

Nuestra Señora de Itatí
Madre de las Piedras Blancas

Oración a la Virgen de Itatí

Tiernísima madre de dios y de los hombres que,

Bajo de la advocación de la pura y limpia concepción

De nuestra señora de Itatí, miraste con ojos de

Misericordia por mas de tres siglos a todos los

Que te han implorado, no deseches ahora las

Súplicas de tu hijo, que humildemente, recurre a ti.

Atiende mis necesidades, que tu mejor que yo las conoces,

Y sobre todo, madre mía, concédeme un gran amor a

Tu divino hijo Jesús, y un corazón puro, humilde y prudente,

Paciencia en la vida, fortaleza en las tentaciones y

Consuelo en la muerte.

Amén

martes, 19 de enero de 2010

LA VISITA A LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE ITATÍ


MADRE DE LAS PIEDRAS BLANCAS 
Es exquisito el sabor que genera al alma la dulce imagen envuelta en el manto celeste de la Virgen de Itatí, como su mirada tierna, que los hombres de la historia llamaron “mirada clemente”. La emoción que provoca pararnos frente a ella…, y sentir sobre nosotros la calidez de sus ojos maternales, como ansiando cada frase que pudiéramos ofrecerle, no tiene igual. El silencio con el que comparte nuestra ofrenda, es sólo comparable al lirismo de los ángeles, que con una melodiosa trova nos acaricia el oído. Su silencio no es como el silencio que aturde el campo, ni el silencio vacío de la gran ciudad al espesarse la noche. Su silencio, su mirada, su esperanzada ansiedad de madre por nuestros gestos, nos emociona y nos calla…, y nos provoca mirarla con amor de hijos. Así, su cabello negro nos imanta, nos acerca y genera tal pertenencia, que desnudamos todas nuestras necesidades en su regazo. Por eso, amigo que lees, si encuentras la posibilidad de detenerte frente a ella, podrás comprender lo que digo… y ya no habrá palabras para la alegoría, porque allí mueren todas las metáforas, para que nazca la profundidad del sentimiento.

MADRE DE LAS PIEDRAS BLANCAS (Historia de la Virgen de Itatí en versos)

MADRE DE LAS PIEDRAS BLANCAS



Cuando la historia empezaba
En la América naciente,
Dios bendijo a nuestra tierra
Y el amor se hizo presente.
Junto a la espada española
Vino el misionero valiente
Y con él, la Palabra, la Fe,
La Esperanza se hizo fuerte,
La Caridad se hizo servicio
Y el nativo abrazó la cruz
Evangelizado y ferviente.

Llegó el primer conquistador
(y su espada es un recuerdo
Que todavía nos duele),
Remontando nuestros ríos,
Buscando hallar una fuente
De oro, plata, piedras, riquezas
Para llevarle a sus Reyes,
Viendo en nuestro aborigen
Tímido, asombrado, inocente
Sólo un salvaje capaz de cargar
El costo de su buena suerte.

Sin embargo, junto al cruel conquistador
Venían hombres diferentes,
Jesuitas, franciscanos, misioneros
Que predicaban la vida
Por encima de la muerte.
Ellos les trajeron el Credo,
Palabras de un Dios Viviente,
Y defendían del nativo
(De todo derecho carente)
Su dignidad aborigen,
Su pertenencia a esa tierra
Su conversión incipiente.

Y les hablaron de Dios,
Padre que a todos nos quiere,
De Jesucristo, su Hijo,
El mismo ayer, hoy y siempre,
Del Espíritu Santo que asiste
Al hombre que lo requiere…
Y de María, la Virgen,
Madre de manto celeste.

Eran Fray Luis Bolaños, Fray Alonso
Que contaban a sus oyentes
Que en un pueblo de allá lejos,
Tierra de otro continente
Dios mismo eligió a esa Virgen
Para ser madre del Cristo,
Que vencería al pecado,
Que vencería a la muerte.

Que ella nació sin pecado,
Que vivió resplandeciente,
Pura, inmaculada, generosa,
Eternamente dulce,
Eternamente madre,
Un evangelio viviente.
Y así la amó el aborigen
Que habitaba el Yaguarón,
Tierra que hoy es Corrientes.

Años luego… los mismos frailes
Le trajeron una imagen
Al aborigen creyente,
Tallada en madera dura,
Paciente, amorosamente…
Cuerpo de timbó, rostro de nogal,
Ojos chispeantes, acaso sonrientes,
Tez morena, con un gesto de piedad
Que la hizo madre por siempre.


Fueron tribus Itatines,
De la reducción de Guayrá,
De Brasil, para el lado del poniente,
Quienes dieron forma a la madera
Sencilla, pacientemente,
Y aquel poblado aborigen
Que en su corazón y en su mente
Se habían formado su imagen
Ahora la tenían presente.
Y le hicieron su capilla,
De palo y paja, humilde y fuerte,
Y fue esa, la primera imagen
Que veneró el nativo y su gente,
Nuestra Señora de la Limpia Concepción
Tuvo su hogar en Corrientes.

Cuentan viejos correntinos,
Que ella misma eligió el lugar
Donde hacerse residente,
Porque había desde un tiempo
Un grupo de indios rebeldes,
Que un día robó su imagen,
Dejando un pueblo sin madre
Dejando a hijos sufrientes.

Pero semanas después,
Cuando bajó la creciente,
Sobre un islote del río,
En una pequeña saliente
Formada por piedras blancas
Ella volvía a estar presente…

Con alegría y honores,
Con festejos de sus fieles,
La devolvieron a su capilla,
Con esperanza ferviente,
Se multiplicaron los rezos,
Pero al cabo, nuevamente
Sin que medie acción del hombre,
La imagen desaparece,
Y volvieron a encontrarla
En el mismísimo lugar que fuera
Hallada anteriormente.

Otra vez a la Capilla,
Y una vez más su gente,
La consagró como Madre.
Sin embargo… se reitera el incidente
Vuelve a desaparecer
Y aparece nuevamente
Rodeada de piedras blancas,
Con un mensaje insistente:
Ella quería ese lugar
Para quedarse por siempre…

Itatí: en guaraní “piedras blancas”,
Poblado de amor simiente,
La construyó allí mismo un templo,
Y ya no fue Yaguarón,
Porque al llegar diciembre
Del mil seiscientos quince
Nació Limpia Concepción de Itatí,
En provincia de Corrientes,

Abrazando el lugar de piedras
Que la Virgen insistentemente
Eligió para quedarse
Como nueva advocación
Para sus hijos más fieles.

Y así el pueblo correntino
Con esperanza y con fe,
Con amor, corajudo, valiente,
Se sintió cobijado y protegido
Por su amor eternamente,
Y pagó amor con amor
Se consagró íntegramente
A Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Itatí,
La Patrona de Corrientes,
Y Ella cubre con su manto
Al litoral y su gente…



Virgencita de Itatí,
Este puñado de fieles
Quieren sentirse hijos tuyos,
Quieren hoy besar tu altar,
Y sentir que los proteges.
Sentir que eres nuestra madre
Que recibes nuestros ruegos
Y uno a uno los atiendes,
Sentir sobre nuestros ojos
Esa mirada clemente
Y decirte: Madre eterna
Esta comunidad parroquial
También es una familia
Que te venera y te quiere
Pero por sobre todas las cosas:
Por Amor, te pertenece…!


Carlos Alberto Giménez
Ushuaia – T. del Fuego
Diciembre de 2006

Lo que nos cuenta la historia de la Virgen de Itatí





Me gustaría compartir contigo lo que pude averiguar de libros, canciones, testimonios e historias, que ilustran con sabiduría la presencia de la Virgen de Itatí en el litoral correntino, como icono escatológico venerado y amado por los lugareños, entregados íntegramente a su amor de madre que con insistencia nos acerca a su Divino Hijo.


 

Hace muchos años, cuando todavía la América del Sur no era más que una tierra apta para la conquista de los europeos que siguieron las carabelas de Colón, en lo más recóndito del lugar, habitaban tribus aborígenes.

Particularmente vamos a centrarnos en los que habitaban la zona de las corrientes misioneras…

En la zona conocida como “la Asunción del Paraguay”, habitaban aborígenes venidos de la zona del Amazonas, y algunas corrientes de esa línea llegaron hasta las Misiones y el litoral correntino paranaense, hoy conocidos como provincias de Misiones y Corrientes de la República Argentina.

La característica nómada-sedentaria de esos aborígenes llamados “Guaraníes” la originaba su actividad eminentemente agrícola, que los llevaba a formar sus asentamientos en las zonas que consideraban más aptas para el sembrado.

Como la tierra se agotaba, cada cinco o seis años migraban buscando nuevos sitios para su “tekoa” (aldea), conocida por los adelantados españoles como  “reducciones”  o caseríos de los  nativos.

Una vez que determinaban cuál sería el lugar para quedarse, cada una de las “tevy” (familias) comenzaban las tareas de asentamiento con los siguientes pasos: primero el desmonte y  luego la  quema de malezas. Desparramaban las cenizas para que actúen de abono y recién entonces, la siembra.

El desmonte y quema de malezas estaba a cargo de los varones de la tribu, en tanto que la siembra y la cosecha, estaba a cargo de las mujeres.

La particularidad de estas actividades era que todas las tevy se ayudaban entre sí para su ejecución. Ésta acción mancomunada se denomina “milpa”, y casi podríamos asegurar que fueron las primeras actividades cooperativas.

La relación entre todos los habitantes de la tekoa estaba regida por un “Tubichá” (cacique), secundado en autoridad por el “Payé”, una suerte de sacerdote y mago, que curaba cuerpo y alma de los nativos, y a quién se consultaba prácticamente todo.

De algunos conceptos de la mitología guaraní, entre los más importantes rezaba la existencia del bien y  del mal.

El bien estaba encarnado por “Ñanderú” (Nuestro Gran Padre), creador de todo lo conocido y dador de la vida a otros dioses que lo ayudarían en su misión creadora: “Karaí”, Dios del fuego y los truenos; “Jakairá” Dios de la neblina y “Tupá”, Dios de las aguas, la lluvia y el granizo.

En tanto que al mal lo representaba “Añá”, cuya meta era atrapar almas humanas, y se caracterizaba por ser invisible a los ojos humanos.

El popular dicho “Añá membuy” muchas veces utilizado en forma jocosa, en realidad quiere decir “hijo del mal”, y para el correntino es una verdadera ofensa.








Por otra parte, lo que las enciclopedias nos cuentan de la historia, un breve resumen podría enunciar que:

Uno de los primeros expedicionarios fue Sebastián Gaboto, que alrededor del año 1528 llegó a la zona de lo que luego sería la provincia de Guayrá, en el corazón de la actual Paraguay.

Junto a los expedicionarios venían misioneros jesuitas, quienes se encargaban de ir fundando las primeras reducciones, a la vez de ir enseñando el Evangelio a los nativos.


En el año 1537, precisamente el 15 de agosto, el Capitán Salazar, hombre del expedicionario Don Pedro de Mendoza, fundó Asunción, posterior capital del Paraguay.

En el año 1574 llegó al fortín de Asunción, Fray Luis de Bolaños, en compañía de Fray Alonso de San Buenaventura.

Precisamente, éstos religiosos tendrían mucho que ver con la advocación de Nuestra Señora de Itatí, ya que ellos, desde la selva amazónica, recibieron la imagen de la Virgen tallada en madera de timbó y nogal, probablemente por artesanos de la tribu de aborígenes “Itatines”.
Desde la reducción de Ciudad Real, en la provincia de Guayrá, los padres jesuitas debieron ir bajando hacia el sur debido a los constantes ataques de los aborígenes rebeldes, llevando siempre consigo esa preciada imagen, llegaron a la zona del Yaguarí, donde estaba a cargo Fray Luis Gámez, y sería esa la primera imagen de María Madre de Dios que conocerían y venerarían los nativos.

En la zona del Alto Paraná fueron ocurriendo los hechos que determinarían la consagración de todo un pueblo a su amada Madre.

…mejor te dejo directamente las notas de un estudioso del tema:

“…Pero, ¿cómo y de dónde llegó esta hermosa imagen a los dominios de Santa Ana? La misma imagen era venerada ya cuando fray Luis de Bolaños y fray Alonso de San Buenaventura, abandonando las misiones del Guairá, la trajeron consigo y extendieron su culto entre los que poblaban los dominios del Yaguarón.
Allí, en lo que es hoy Toba Cué, se le construyó un humilde oratorio con las piedras que abundan en el Paraná.
Una irrupción de los indios comarcanos, del sur del Tebiacuarí, destruyó el oratorio y se llevó la imagen. Hallada en la reducción de Bolaños, durante el curato de fray Luis Gámez. Un indio principal llamado José, que poseía una chacra cerca del arroyo Yaguarí, en donde sus hijos pequeños se dedicaban a la pesca. En una ocasión en que el Paraná bajó, los indiecitos no pudieron hallar pesca en el arroyo y se fueron hasta el recodo del profundo cauce del río, en las inmediaciones de la Calería, y frente a la llamada lsla Verde, cuál seria el asombro de los indios al divisar sobre una piedra la imagen arrebatada de la Iglesia de la reducción, con su misma indumentaria tallada y el mismo noble y piadoso porte de súplica! La admiración cobró proporciones en aquellas almas sencillas que de inmediato emprendieron el retorno. El padre doctrinero fray Luis Gámez fue informado enseguida y organizó el traslado de la lmagen de Yaguarí.
Pero llegamos a un punto que nos desconcierta de nuevo: según una antigua leyenda oral, que fue alterándose con el correr de los años, "pero que se mantuvo intacta de padres a hijos, en la vida de la población indígena y que, siendo más tarde descuidados y saqueados los archivos del pueblo y menospreciados los antiguos informes, solo se conservó en sustancia", parece que luego del traslado de la imagen a Yaguarí, desapareció sorpresivamente y tras una afanosa búsqueda fue hallada en el mismo lugar donde la encontraron los hijos del indio José. Regresada a Yaguarí, volvió a desaparecer, descubriéndosela en el mismo sitio anterior; con lo que el padre doctrinero comprendió que allí deseaba recibir veneración la Virgen. En consecuencia, el padre Gámez resolvió trasladar la población a las inmediaciones del lugar del hallazgo. "Por otra parte, Yaguarí debía forzosamente trasladarse, ya qué su situación se prestaba a los atropellos, mientras que el lugar del hallazgo, por lo alto y abrupto, se prestaba más para la defensa contra las irrupciones."
Podemos considerar que, piadosa y maternal, la Virgen indicó el lugar estratégico, para que su culto no se viera impedido por los continuos sobresaltos que debía experimentar en el viejo Yaguarí.
Santa Ana quedó abandonado, siendo desde entonces conocido con el nombre guaraní de Toba-Cué (que fue pueblo); la nueva población recibió su bautismo mariano con el nombre de Pueblo de los Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itati, que más tarde fue cambiado por el de Pueblo de la Pura y Limpia Concepción de ltatí por fray Juan de Gamarra”.

Fragmento textual de: "Historia de Nuestra Señora de Itatí" de J. L. Fontenla, 1947.

 El pueblo de Itatí (Punta de Piedra) en Corrientes, sobre la barranca del Alto Paraná. Tenía entonces unos 500 habitantes. Su santuario, ya famoso, era visitado por numerosos peregrinos

Según otros datos históricos, el sucesor de Fray Gámez, el asunceño Fray Luis de Gamarra, fue testigo de la primera transfiguración de la Virgen en la Semana Santa del año 1624, viendo cómo su imagen se revestía de luz manifestando. “Se produjo una extraordinaria mudanza del rostro, y estaba tan linda y hermosa que jamás tal la había visto”, según palabras del religioso.


Y en el año 1748, se conoce un portentoso milagro originado por la intersección de la Virgen de Itatí: un gran malón de los indios abipones atacaba el poblado, y según era costumbre lo habrían de saquear y destruir; pero al llegar a la entrada misma del pueblo se abrió ante ellos una grieta en el suelo, una gran zanja que no solo no les permitió la entrada sino que provocó que huyeran despavoridos. Luego de ellos los habitantes se reunieron en masa, y se dirigieron a dar gracias a la Virgen.




Otros datos históricos que enriquecen ésta entrega:


* El 7 de diciembre de 1615 se fundó el municipio de “Pueblo de Indios de la Limpia y Pura Concepción de Nuestra Señora de Itatí”

* El 16 de julio de 1900, la imagen de la Virgen de Itatí fue solemnemente coronada por voluntad el Papa León XIII.
* Esa misma imagen fue entronizada con el nombre de “Reina del Paraná y reina del Amor”.
* El 3 de febrero de 1910, el Papa Pío X creó la Diócesis de Corrientes, y el 23 de Abril de 1918, la Virgen de Itatí fue proclamada Patrona y Protectora de la misma. 



* Su fiesta se celebra el 9 de Julio, aunque las celebraciones llegan hasta el día 15 de julio en las costumbres de las últimas décadas.
* El Santuario de Itatí, a orillas del Alto Paraná y a 70 kilómetros de la ciudad de Corrientes, en la República Argentina, es uno de los más importantes de América.
 * Cada año alrededor de 2 millones y medio de fieles, no sólo de Argentina, sino también de otros países sudamericanos, se dirigen a la gigantesca Basílica a dar testimonio de su devoción y amor por Nuestras Señora de Itatí.









Con éstos aportes quiero cerrar lo que los estudiosos de la historia nos legaron sobre lo que hoy es la advocación más profunda y fuerte del litoral argentino.