martes, 19 de enero de 2010
LA VISITA A LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE ITATÍ
MADRE DE LAS PIEDRAS BLANCAS
Es exquisito el sabor que genera al alma la dulce imagen envuelta en el manto celeste de la Virgen de Itatí, como su mirada tierna, que los hombres de la historia llamaron “mirada clemente”.
La emoción que provoca pararnos frente a ella…, y sentir sobre nosotros la calidez de sus ojos maternales, como ansiando cada frase que pudiéramos ofrecerle, no tiene igual.
El silencio con el que comparte nuestra ofrenda, es sólo comparable al lirismo de los ángeles, que con una melodiosa trova nos acaricia el oído.
Su silencio no es como el silencio que aturde el campo, ni el silencio vacío de la gran ciudad al espesarse la noche. Su silencio, su mirada, su esperanzada ansiedad de madre por nuestros gestos, nos emociona y nos calla…, y nos provoca mirarla con amor de hijos.
Así, su cabello negro nos imanta, nos acerca y genera tal pertenencia, que desnudamos todas nuestras necesidades en su regazo.
Por eso, amigo que lees, si encuentras la posibilidad de detenerte frente a ella, podrás comprender lo que digo… y ya no habrá palabras para la alegoría, porque allí mueren todas las metáforas, para que nazca la profundidad del sentimiento.
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